

Sorrento. Italia.
Sorrento, la ciudad que da nombre a la zona, invita a callejear por plazas e iglesias. Aunque durante los meses previos al verano no hay las aglomeraciones propias de esa estación, las escaleras para visitar el puerto y la Marina Grande o subir de nuevo a los paseos y miradores ponen igual de a prueba las rodillas y el fuelle del viajero. La primavera también es buen momento para acercarse al cabo Sorrento y ver la bella poza natural de Regina Giovanna menos saturada de bañistas. De camino a poniente, la mezcla de casitas destartaladas, villas de lujo, hoteles de ensueño y humildes capillas se extiende entre el mar y el monte, de los restaurantes junto al mar en Puolo al Sorrento interior, donde por limoneros, olivares y prados se llega a lugares tan serenos como el monasterio de San Paolo.
La carretera litoral pasa junto a otros miradores. Algunos fascinan con su particular encanto, como el balcón que, junto a la antigua catedral de Santa Maria delle Grazie, se asoma desde la localidad de Massa Lubrense a la de Marina Lobra. Este último es uno de los pueblos marineros más tranquilos de la costa sorrentina pues carece de grandes puertos y hoteles. En Marina Lobra se tiene la sensación de que a medida que uno se aleja del Vesubio se acerca a enclaves que ofrecen cada vez más paz interior. Sergi Bellver. National Geographic.