Sólo quien haya pasado una velada a la orilla del Loira, contagiándose de la alegría de sus guinguetes, podrá constatar la merecida fama de Tours como ciudad joven, abierta y libre. De pronto se encienden las guirnaldas, la música eleva el volumen y el espejo del río devuelve un desfile de gente con muchas ganas de divertirse. Así retrataban los impresionistas esta suerte de merenderos fluviales, estos puntos de congregación juvenil en los que entregarse a placeres tan sencillos como comer, beber y bailar.
Hoy, mucho tiempo después, esta fiesta vespertina pervive en Tours solo cuando el tiempo acompaña. Y si no, el ambiente se traslada a sus plazas y callejuelas de corte medieval, donde la animación también está garantizada. Así es esta ciudad emplazada en el corazón del Valle del Loira y recostada también sobre el río Chere: pura vitalidad.
La universidad, claro, contribuye a semejante energía. Hablamos de 135.000 habitantes, de los que unos 30.000 son estudiantes, tal y como lo fue el ilustre escritor Honoré de Balzac, nacido en esta localidad. Considerado el padre de la novela moderna, una escultura en el jardín de Françoise Sicard recuerda la figura del autor de La Comedia Humana
El barrio bohemio
Más allá de la alegría estudiantil, en Tours, considerada por la Unesco patrimonio de la humanidad, el peso de la historia se siente a cada paso. Una historia que le llevó a ser la capital de Francia bajo el reinado de Luis XI, cuando el negocio de la manufactura de la seda revistió de esplendor a la ciudad. La población se llenó de comerciantes y la arquitectura de palacetes del Renacimiento como el que hoy ocupa el hotel Goüin, que de milagro salió indemne a la barbarie de la Segunda Guerra Mundial.
Ciudad, pues, real y de peregrinaje (por aquí pasa el camino de Santiago), también Tours nos resulta familiar por ser asimismo la cuna de san Martín, a quien hasta El Greco retrató cortando la capa con su espada para aliviar el frío de un mendigo. Este santo no sólo tiene su tumba en una basílica de estilo neobizantizo similar al Sacré Coeur de París, sino que, además, da nombre al barrio más célebre de la ciudad.
San Martín, que acoge la facultad de Letras e Historia, es el distrito bohemio por excelencia, cuyo epicentro se reparte en dos plazas: Du Grand Marché y Plumereau, allí donde se suceden los bares y restaurantes con terraza, siempre atestadísimos de gente. En la última, que fue el corazón de la edad media y hoy lo es de los universitarios, encontramos un bonito conjunto de casas con entramado de madera.
Poder religioso
Paralela al río Loira, la que antaño fuera la calle Mayor y hoy es la Rue Colbert une el barrio de San Martín con el de la Catedral, presidida por el gran templo, uno de los más bonitos de Francia. Todo un alarde de poder y de riqueza, que fue iniciado en gótico flamígero y concluido en estilo renacentista bajo la preponderancia de la luz. Es por ello por lo que el rosetón es como una gran ventana por la que se desparraman los rayos solares.
Pegado a la catedral, conviene entrar en el jardín del Museo de Bellas Artes para maravillarse con un cedro del Líbano plantado en 1804 y cuya altura (nada menos que 31 metros) supera la de la propia nave. Y en esta línea de edificios religiosos, tampoco hay perderse la abadía de San Julián, una imponente iglesia románica clasificada como monumento histórico.
Arquitectura moderna
Paseando por Tours llega un momento en el que, de pronto, se abandona el medievo y se entra de lleno en el siglo XIX. Es la herencia de aquel acontecimiento que trajo consigo una nueva visión del urbanismo: la llegada del tren, en 1838. Con él, el Loira deja de ser el eje comercial y se sentaban las bases de la revolución industrial.
Es al arquitecto local Victor Laloux a quien se debe gran parte de este otro rostro de la ciudad. El que fuera autor en París del actual Museo d’Orsay dejó en su Tours natal joyas como el Ayuntamiento, con una impresionante fachada que viene a demostrar que los tiempos han cambiado: un edificio civil puede ser (casi) tan grande como la catedral.
El Ayuntamiento y la estación de tren son obras del arquitecto local Victor Laloux
Obra de Laloux es también la estación de tren, situada justo enfrente del palacio de congresos, diseñado por Jean Nouvel (responsable de la ampliación del Museo Reina Sofía de Madrid y de la torre Agbar de Barcelona). Lo curioso es, como en otros muchos rincones de la ciudad, hay un siglo entre ambos edificios de Tours que se miran directos a los ojos. lavanguardia.com