Más del noventa por ciento de los habitantes de Bangkok comen fuera de sus casas. La explicación es sencilla: es tarea imposible moverte por una ciudad en la que las distancias son grandes y los atascos, frecuentes e imprevisibles. La solución la encuentran los bangkokianos en los innumerables restaurantes callejeros que, ocupando los espacios más inverosímiles, ofrecen comidas para llevar o tomar, siempre a la carrera. Vamos, lo que suele ser un “aquí te pillo, aquí te mato”. Llamarlos restaurantes quizás sea una exageración debido a la precariedad de sus instalaciones, pero ésta se ve sobradamente compensada por la rica y variada oferta gastronómica y, lo que es tanto o más importante, los precios, muy económicos y al alcance de las clases mas humildes de la población.
Una de las comidas más populares son las cigarras o saltamontes fritos. Los sirven en unos cucuruchos de papel, como si fueran pipas. Nuestro guía en Bangkok, amablemente, nos invitó a probarlos. El primero que metió la mano en el cucurucho, faltaría más, fue mi amigo Tomás. Le pregunté: ¿qué sabor tienen? Tomás, masticando, dijo: parecido al marisco. La respuesta invitaba a la aventura, así que yo, que soy una persona atrevida, valiente y con coraje, cogí uno y, tras acercármelo a la boca, con la rapidez de unreguerodepolvora, furtívamente, lo dejé en una papelera. Gary Cooper, a mi lado…, un piernas.