A pie por las murallas
El gran atractivo de Dubrovnik es pasear por sus murallas. Puede ser arduo en verano, debido al calor y a que tienen pocos lugares donde refugiarse del sol. Además, suele haber colas, pero merece la pena. Son el elemento arquitectónico que mejor define a la ciudad; muros imponentes al pie (literalmente) del mar que envuelven el centro histórico. Desde el agua, el color gris rosáceo de esta masa de piedra contrasta con el intenso azul del Adriático, pero desde lo alto, desde el adarve, sorprende el laberinto de calles de mármol que se extiende tras ellas, jalonado por las torres de las iglesias y los tejados de terracota.
Las murallas son la razón de ser de esta ciudad, que se apoyó en sus orígenes en la protección natural de los acantilados rocosos que permitió a los refugiados de la ciudad romana de Epidauro (la actual Caytat) asentarse aquí en el siglo VII. Estos muros resistieron asedios en diversos momentos de la historia, reforzados continuamente con fortificaciones hasta completar una barrera de piedra de dos kilómetros de largo y 25 metros de alto. El fuerte de Minceta protege el extremo que da a tierra, mientras que los de Bokar y San Lorenzo, al oeste, defendían el extremos que da al mar. Los baluartes de Revelin y San Juan custodiaban el lado oriental y el puerto viejo. Los dos accesos históricos a la ciudadela son las puertas de Pile, al oeste, y Ploce, al este, ambas con puentes levadizos que se izaban al atardecer, cuando se cerraban las puertas y se entregaban las llaves al rector, hasta su apertura a la mañana siguiente. En 1907 se abrió un tercer acceso, la puerta de Buza, en la muralla norte.
Recorrer las murallas no es gratis. Hay que sacar una entrada y recorrerlas en sentido contrario a las agujas del reloj. La panorámica del casco antiguo y el resplandeciente Adriático merece la pena, pero también detenerse en los patios y jardines ocultos que no se ven paseando por sus calles. El punto culminante del paseo es el fuerte de San Juan, enorme fortaleza del siglo XVI, anclada sobre otra fortaleza más antigua. Es uno de los varios fuertes que jalonan la fortificación: en el otro extremo de la ciudad, está el fuerte de San Lorenzo, con unas vistas fabulosas del casco antiguo y un gran patio que acoge obras de teatro y conciertos en verano, y el más grande es el fuerte Revelin, fuera de las murallas, una elaborada estructura defensiva, que además es el que defiende el puente viejo. Información extraída de la revista Lonely Planet.