Las bicicletas son para el verano (también), por Berna González Harbour
El ciclismo permite huir a la vez que avanzar…
Hay dos maneras de recorrer el mundo: teniendo que parar a ver las catedrales y museos de todas partes — una lata en estos veranos a más de 30 grados — y con el afán cultural por los suelos, o estirando una excusa perfecta para no ver nada a fondo y volar de un lado para el otro respirándolo todo y sin profundizar demasiado. Para los que no queremos dedicar las vacaciones a hacernos expertos en románico, gótico o mudéjar, la bicicleta es esa excusa perfecta. Muy grande.
Vaya por delante una premisa básica: la velocidad de la bici es la mejor para ver, recorrer, captar los aromas, vistas e impresiones de una zona sin tener por ello que detenerse a analizar cada iglesia, cada plaza, cada esquina y cada adoquín. Comparémoslo con las demás velocidades: andar es demasiado lento como para librarse de los sitios y la compañía cuando te cansan; y circular en coche te mete en una burbuja de prisas que te aleja de aquellos lugares a los que precisamente te quieres acercar. Por ello, la bici es ese término medio que permite ver los sitios sin sufrirlos, recorrer los caminos sin agonizar y huir siempre en el momento justo. La bici impone su ritmo. Y que viva su ritmo.
Fotografía: tomada durante nuestro viaje en grupo a París y Versalles. Turistas haciendo una excursión en bicicleta por la ciudad.