Todas las grandes ciudades del mundo tienen algún rascacielos con un mirador en la zona alta del edificio y Melbourne no iba a ser menos. Lo que diferencia la propuesta de la ciudad australiana de otras es la “puesta en escena” y la espectacularidad de la misma. Primero compras tu entrada en la planta baja y eliges qué opción quieres, si sólo ver la ciudad desde el mirador que hay en el piso 88 o vivir la experiencia de “The Edge”. Nosotros elegimos la última.
Subimos en unos ascensores ultra rápidos hasta los lugares de observación (como el que aparece en la imagen). Allí dispones del tiempo que desees para ver y fotografiar distintas zonas de la ciudad y cuando llega tu turno, te introducen en una habitación que dejan totalmente a oscuras antes de que empiece a moverse. Porque se mueve, vaya si se mueve. Cuando vuelven a encender la luz, entre un fragor de rayos y truenos, el habitáculo que está construido íntegramente de cristal; techo, paredes y suelo, ha salido del edificio y te encuentras suspendido sobre el abismo, con la hermosa ciudad de Melbourne bajo tus pies y a 300 metros de altura. Os aseguro que la experiencia es inolvidable.