El niño de Varsovia en el Salvaje Oeste
La Fiebre del Oro que sacudió California a partir de 1848 llevó a la costa del Pacífico a una inmensa riada de personas honradas que querían labrarse un futuro en las minas, pero también a una variada caterva de aventureros, malhechores, asesinos, desaprensivos, matones, pistoleros, cuatreros, timadores, rufianes, buscavidas y ladrones que querían vivir y medrar a costa de ellos. Pronto, estas nutridas filas de forajidos se incrementaron aun más con algunos de los que fracasaron en las minas y eligieron la delincuencia como medio de vida.
Con esta maravillosa descripción comienza el libro “Breve Historia del Salvaje Oeste” de Gregorio Doval. En él describe los sitios donde “confinaban” a los que se saltaban la ley. Como podéis ver, eran lugares bastante más inhóspitos que nuestras casas. Así que paciencia, que ya va quedando menos.
Fotografías: tomadas en la localidad de Gardner mientras recorríamos la Route 66.
El sujeto de la foto era el peligroso forajido Tomás K., más conocido como el Niño de Varsovia. Tras especializarse en asaltos a cantinas y casinos, lugares en los que compitió con ventaja con conocidos tahures de varios estados, fue perseguido, atrapado y encerrado en Gardner. Logró escapar gracias a la ayuda de sus compañeros de banda (Pablo y Jorge) y a un sheriff que sentía devoción por el bourbon. Años después, tras abrazar la fe católica y renunciar a su vida disoluta, consiguió integrarse en la sociedad y formar una familia. Al hacer testamento ordenó que al final del mismo se incluyera la siguiente sentencia: espero que el Señor Todopoderoso, cuando me juzgue, tenga mala memoria, porque si no, estoy jodido. ¡curva!
Nota: Los sucesos y el personaje retratado en este relato son completamente ficticios. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, o con hechos reales es pura coincidencia.