El faro de Cabo Espartel fue el primero que iluminó la costa marroquí. Aunque empezó a construirse en 1861, no se puso en marcha hasta 1864 por petición de las potencias europeas que querían acabar con los naufragios que se producían en el estrecho de Gibraltar. Un siglo y medio más tarde, el faro, su puerto y toda la ciudad de Tánger siguen siendo indispensables como nexo entre el mercado africano y europeo gracias a los tratados comerciales marroquíes con la Unión Europea y a su posición geográfica entre el Atlántico y el Mediterráneo.
Emplazado a 14 kilómetros del centro de Tánger, Cabo Espartel ofrece uno de los atardeceres más bellos justo donde se funden los dos mares. Más allá de visitar el faro, la Reserva Natural del Cabo guarda acantilados, playas y bosques con vegetación autóctona, siendo un enclave ideal para los amantes de la ornitología. A escasos 5 km se encuentran las Cuevas de Hércules -cuenta la leyenda que el héroe griego Hércules durmió en estas grutas-, cavidades excavadas por la erosión del mar y el viento y por la mano del hombre debido a la extracción de piedra.
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