En alguna ocasión he comentado mi afición por los cruceros. Suelo encontrar en ellos muchas ventajas y pocos inconvenientes. Si hubiera que mencionar alguno de los segundos, el principal sería, sin duda, el tiempo limitado que tenemos para conocer la ciudad en que hace escala. Normalmente, el barco llega por la mañana a puerto y sale por la tarde. Es un “aquí te pillo, aquí te mato” que te obliga a planificar la visita para aprovechar al máximo el tiempo disponible.
Pero entre las primeras destacan algunas nada desdeñables. Si el barco es bueno, como el crucero MSC Fantasía que aparece en la foto, te alojas en un hotel de cinco estrellas, con la ventaja de que cada día despiertas en un lugar diferente. Consecuencia: no tienes que ir arrastrando maletas de un lugar a otro; haciendo y deshaciendo equipaje. Además, el trato a bordo es “fantástico”, como el nombre del crucero, y la comida, variada, abundante y de calidad.
En estos momentos, los cruceros cuentan además con una ventaja determinante en su comparativa con otro tipo de viajes: sus precios son los más competitivos del mercado. Es frecuente encontrar ofertas que igualan o mejoran lo que costaría alojarse en un hotel de características similares.
Y por último, un detalle “glamuroso” que suele gustar mucho a determinados clientes: la posibilidad de hacerse una foto con el capitán del barco el día que se celebra la noche de gala. ¿A alguien se la ha ocurrido hacerse una foto con el director de un hotel? A nadie que yo recuerde.
Conclusión: de cabeza al crucero…