Asilah, la ciudad marroquí dorada que sonríe a las olas y se aleja de las poses
El municipio costero está lleno de encantos y estructuras auténticas, como su imponente muralla, su gran mezquita y sus preciosos miradores, que han atraído a grandes nombres de la literatura y la música.
Lejos de ser un cielo protector, al estilo de Paul Bowles, la vieja muralla portuguesa de Asilah no evoca presagios de rupturas. Dorada y algo presuntuosa al atardecer, esa coraza de piedra sonríe a las olas que llegan casi a los pies de la actual medina. Pocas ciudades antiguas marroquíes pueden enorgullecerse de latir al mismo nivel de las olas. Y encima a la medina de Asilah se accede por tres puertas bien solemnes. La principal es Bab al-Bahr, la Puerta del Mar, Porta de Ribeira en tiempos lusitanos. Ahí enseguida empieza el gran laberinto blanco y azul, como una sucesión de cuadros de Matisse.
Lo bueno de la medina es que la gente no posa. Allí está un sastre que trabaja a ras de calle. Otro vende babuchas en el pequeño zoco interior. La vieja ciudad palpita con sus escuelas y sus mezquitas. El exotismo se modera mucho cuando la normalidad viene dada por vestir chilaba.