Cercana, pero poco conocida.
Así podríamos definir la situación de la Comunidad Extremeña hasta hace muy poco tiempo; la de una tierra llena de atractivos turísticos pero muy poco conocida. Esta situación comenzó a cambiar hace aproximadamente veinte años, cuando inició un ambicioso proyecto de difusión turística que ha conseguido situarla en el mapa de los destinos imprescindibles. Argumentos y recursos para conseguirlo no le faltan. Pese a contar con sólo dos provincias (Badajoz y Cáceres) y una población que sobrepasa escasamente el millón de personas, reúne, entre otras joyas, tres lugares nombrados Patrimonio de la Humanidad: la Ciudad Vieja de Cáceres, el Monasterio de Guadalupe y el Conjunto Arqueológico de Mérida.
Para empezar, qué mejor opción que un paseo matutino por la Ciudad Vieja de Cáceres. Considerado como uno de los cascos históricos mejor conservados de Europa, su visita nos ofrece un fantástico entramado de calles salpicadas de palacios renacentistas, torres árabes y edificios religiosos.
Desde esta plaza se pueden ver el Arco de la Estrella, la Torre de los Púlpitos y el Foro de los Balbos. Es un lugar diáfano, el centro vital de la ciudad y la antesala de la ciudad medieval. Se inicia su construcción a comienzos del siglo XIV cuando el rey Fernando IV de Castilla otorga permiso a la ciudad para construir fuera de los muros. Era un tiempo en el que la amenaza de incursiones armadas había prácticamente desaparecido y se podían ocupar las zonas aledañas a las murallas. La plaza estaba diseñada como un gran centro comercial. Cuenta con soportales que permiten a los compradores realizar sus actividades, mitigando el rigor del clima que soporta la ciudad. En este caso, más que el frío, las extremas temperaturas del verano. También servia como lugar para actividades lúdicas y recreativas como juegos de cañas, justas y torneos. Además de todo lo anterior, albergaba el importante mercado de ganado, una de las principales actividades económicas y comerciales de la ciudad.
La Muralla. Era el elemento que delimitaba la ciudad y la protegía del enemigo exterior. En la actualidad mide 1.175 metros y algunas de las partes originales se han perdido. Aunque su origen es romano, fue desarrollada principalmente durante la época almohade y cristiana. Su construcción tenía como finalidad salvaguardar a sus habitantes de las amenazas que llegaban del exterior, ya fueran estas tropas enemigas, bandidos y delincuentes que acechaban a sus moradores o enfermos que podían poner en peligro la salud de la población. Si estos quedaban fuera, el riesgo de contagio desaparecía o al menos disminuía potencialmente. La muralla contaba con cuatro puertas, cada una de ellas abierta a un punto cardinal, que se cerraban con el toque de queda e impedían que alguien pudiera entrar o salir de la ciudad sin ser controlado por los vigías que deambulaban por la misma. En la misma todavía se pueden ver las torres albarranas, unas torres “adelantadas” que eran un elemento defensivo de capital importancia pues permitían a los soldados replegarse al interior de la muralla cuando se veían desbordados.
El Arco de la Estrella es el punto por el nos adentraremos en la ciudad Vieja. Construido en el siglo XVIII para sustituir a la antigua puerta medieval, se hizo intencionadamente “torcido” para facilitar el paso de carros y caballerías a la propiedad de Don Bernardino Carvajal y Toledo, persona que sufragó los gastos de las obras y que decidió su extraña y sorprendente arquitectura. Esta decisión resultó crucial en el desarrollo posterior de la ciudad pues facilitó la permeabilidad del casco histórico y que éste permaneciera como una ciudad viva y dinámica. En el interior del arco se haya la figura de una virgen, la Virgen de la Estrella. De ahí viene el nombre que recibe el arco. Era costumbre poner estas figuras en las puertas de las murallas porque se atribuía a las mismas poderes milagrosos, una capacidad sobrenatural que ayudaba a proteger a los habitantes de la ciudad.
El Adarve, que se sitúa entre la muralla que rodea la ciudad y los palacios, era un carril de circunvalación que permitía a las caballerías, rebaños de animales y carretas moverse de forma ágil y rápida por el casco urbano, evitando tener que transitar por las angostas calles del centro. Esta palabra deriva del termino árabe “darb” que significa camino de montaña. Hoy en día permanece en un excelente estado de conservación con un empedrado impecable y sigue cumpliendo eficazmente la función para la que fue creado, pues son números los vehículos que circulan a diario por él.
La Plaza de Santa María fue el lugar más importante de la ciudad medieval hasta el siglo XIV en que se inicia la expansión extramuros. Esta plaza era el lugar en el que los cacereños se reunían para ver y ser vistos, según precisa descripción de nuestra guía Longina Arroyo, el espacio público perfecto donde se celebraba el mercado o se acudía a misa. En definitiva, el lugar donde se desarrollaba la vida pública y social de la ciudad.En la actualidad ofrece una imagen fantástica con edificios nobles, palacios y recintos religiosos perfectamente cuidados y mantenidos. En esta plaza se capta, probablemente mejor que en cualquier otro lugar, la belleza de esta ciudad señorial y las razones que motivaron su nombramiento por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad.
Más visitas. Además de los lugares mencionados, la ciudad ofrece otros puntos de interés nada desdeñables como la Concatedral de Santa María, sita en la plaza del mismo nombre y en la que podemos contemplar una mezcla de estilos que va desde el románico al gótico. Antes de finalizar su visita es aconsejable subir hasta su campanario para contemplar una hermosa vista de todo el entorno; ciudad y dehesas. El barrio de La Judería, ahora llamado de San Antonio y varios museos merecen también nuestra atención, especialmente el de Mercedes Calles que cuenta con exposiciones permanentes y temporales, magníficamente presentadas.
Cigüeñas. Estas aves zancudas están presentes en casi todas las torres de la ciudad, a veces disputándose el espacio en los lugares más inverosímiles. Antiguamente las cigüeñas llegaban en el mes de febrero cumpliendo el dicho de “por San Blas, las cigüeñas verás”. En la actualidad, muchas han cambiado sus hábitos y permanecen en la ciudad durante todo el año, animando con su crocoteo la vida de los cacereños. Sus enormes nidos, en constantes obras de mantenimiento, forman parte de la decoración de muchas iglesias y atalayas.
Resumiendo
Cáceres es una ciudad pequeña y cercana llena de atractivos. Su visita nos permitirá comprender mejor cómo se vivía en una época, calificada de oscura, como era la Edad Media. Conoceremos los retos y dificultades a los que se tenían que enfrentar cada día sus habitantes, rodeados habitualmente de enemigos y enfrentados a enfermedades entonces incurables. La ciudad, con sus altas murallas, sus puertas que se cerraban con el toque de queda, con sus ejércitos prestos a defenderla, era el único lugar capaz de ofrecer seguridad y cobijo.
Existen numerosos bares y restaurantes que ofrecen comidas de calidad a precios razonables. Estando en Extremadura es imprescindible la degustación de los derivados del cerdo ibérico, un manjar presente en todas las cartas. También son destacables sus quesos, licores y vinos artesanales. De hecho, cuenta con algunas bodegas que han conseguido destacados galardones en certámenes internacionales. Una de éstas es la bodega Habla que elabora vinos en ediciones limitadas y con una calidad excepcional. Y un último comentario: la gente suele ser muy paciente y amable con los turistas, algo que siempre es de agradecer.Consejos de viaje
El viajero que desee conocer los atractivos que atesora esta ciudad deberá dedicar al menos dos días a su recorrido. Es aconsejable reservar un hotel en el centro histórico pues ello nos permitirá olvidarnos del coche y hacer todas las visitas andando. El hotel NH Palacio de Oquendo, un antiguo palacio rehabilitado con exquísito gusto y situado junto a la plaza Mayor, sería una decisión acertada pues reúne dos características que lo hacen aconsejable: una calidad excelente y una ubicación inmejorable, en pleno centro histórico. Otra opción interesante para los que deseen algo más económico sería el hotel Alfonso IX, pequeño y acogedor, también a tiro de piedra de la ciudad medieval.