Cuba
Trinidad
Índigo, azul celeste, rojo, amarillo canario, morado, verde manzana, ocre… las fachadas se despliegan a la vista como una serpentina. Y revoloteando ante ellas, cual confeti, algunos coches americanos de los 50. Sus carrocerías relucen igual que en Grease. Lima, cereza, rosa chicle, azul pitufo. El centro de Trinidad se exhibe con un estallido de color. La ciudad —unos 300 km al suroeste de la Habana— ofrece historia, cultura, playas tropicales y excursiones por la sierra del Escambray. Y música, por supuesto. Música por doquier.
Trinidad invita a callejear. A disfrutar con sus casas de estilo colonial español de los siglos XVIII y XIX. Sus enormes ventanales enrejados —¡de dos y hasta tres metros de altura!— dejan entrever a menudo sus interiores señoriales. Salas que evocan la época en que los Borrell, Brunet e Iznaga hicieron fortuna con la industria azucarera (y con la trata de esclavos, no hay que olvidarlo).
El corazón de la ciudad lo marca su coqueta plaza Mayor. El verde de sus palmeras y parterres y el blanco de sus farolas y bancos armonizan con amarillo de los edificios circundantes. Al fondo, la iglesia de la Santísima Trinidad parece dormitar tras las verjas de su pórtico. A mano izquierda despunta el campanario del antiguo convento de San Francisco de Asís, uno de los iconos más retratados del municipio; el edificio, que acogió al ejército español hasta la independencia de Cuba, aloja hoy el Museo de la Lucha contra los Bandidos.
Y a la derecha de la plaza, un popular punto de encuentro: una amplia escalinata donde se baila salsa y se sirven todo tipo de cócteles. Ahí se suelen reunir decenas de personas con la nariz pegada al móvil, puesto que es uno de los pocos espacios públicos en donde hay wifi (la conexión no es gratuita, hace falta comprar un código).
Para los amantes de bañarse en el mar y tostarse al sol, playa Ancón está a unos 12 km del núcleo urbano. A lo largo de sus 4 km de arena blanca, sembrada de tumbonas y palmeras, hay varios puntos para practicar esnórquel o buceo. El fondo marino atesora barreras de coral y una remarcable reserva arqueológica, que incluye galeones hundidos por corsarios. En los restaurantes de la playa la especialidad es la langosta.
De regreso al centro de Trinidad, la música suena a lo largo del día desde cualquier casa, establecimiento y coche. Pero es al anochecer cuando empiezan a verse parejas bailando al ritmo de la salsa, sobre todo en los alrededores de la plaza Mayor (y en su misma escalinata, como comentábamos antes). El local con más solera es la casa de la Trova, ubicada en un inmueble de 1777 de vistosa fachada azul. La marcha empieza a las diez de la noche y se prolonga hasta altas horas de la madrugada, con diferentes bandas y bailarines profesionales. Víctor Vives (La Vanguardia).